Joaquín Rodrigo en la Universidad

Hace unas semanas di mi primera clase en el nuevo Grado en Musicología que se comienza a impartir en la Universidad Complutense. Por fin la Musicología se estudia, no como una especialidad de segundo ciclo como se venía haciendo hasta ahora, sino como un Grado completo de cuatro años, similar al resto de titulaciones de la universidad española.
Era el 29 de septiembre, día de los arcángeles, y, como presentación de mi asignatura “Introducción a la Musicología”, quise repasar lo que había sido la docencia de la música en la Universidad Complutense. Pretendía, por una parte, ubicar a los estudiantes en el momento histórico en el que nos encontrábamos y, por otra, rendir un homenaje a una figura que me fascina y con la que yo mismo, por decirlo de alguna manera, he ido creciendo como musicólogo: Joaquín Rodrigo.
Y es que Rodrigo fue el primer catedrático de música de la universidad española contemporánea –para no tener que remontarnos a los tiempos heroicos de la Universidad de Salamanca–, y el primer profesor de música de la Universidad Central de Madrid que luego sería Universidad Complutense. Sus clases comenzaron en el curso 1947-48 y, cinco años después, se le encomendó la Cátedra especial “Manuel de Falla”, creada por el Rector Pedro Laín Entralgo a instancias del Ministro de Educación Joaquín Ruiz-Giménez en mayo de 1952.
Como no quería que faltase música en mi primera lección en el Grado de Musicología, la ilustré con las dos composiciones de Joaquín Rodrigo más cercanas a su experiencia como profesor universitario: el primer movimiento, “Estudiantina”, de su Concierto serenata para arpa y orquesta compuesto en 1952, y Música para un códice salmantino de 1953, con textos de la “Oda a Salamanca” de Miguel de Unamuno. La “Estudiantina” refleja con una agudeza y gracia especiales el bullicio juvenil de la universidad, mientras que la Música para un códice salmantino muestra la trascendencia de la actividad universitaria en la transmisión del conocimiento con su canon inicial y la imploración final, “di tú que he sido”, que Rodrigo dejó para siempre suspendida en el tiempo.
En el curso 1974-75, el compositor impartió un curso de doctorado titulado “Joaquín Rodrigo y su música”, al año siguiente se jubiló y, en 1989, la Complutense le distinguió con su Medalla de Oro y el doctorado Honoris Causa. Ese mismo año comenzaba yo allí mis estudios de doctorado en Historia del Arte, porque no existía un doctorado en Musicología. A mí me gustaría que mi primer curso de doctorado en estos nuevos tiempos de la musicología universitaria tuviera el mismo título que aquel con el que Rodrigo se despidió de la Universidad: “Joaquín Rodrigo y su música”. Y, mientras yo siga siendo profesor en la Universidad Complutense, no dejaré de decir que él fue el primero y procuraré que se perpetúe su memoria como uno de los músicos más grandes de nuestra historia. Es un compromiso tan firme como grato.

Javier Suárez-Pajares
Universidad Complutense de Madrid

Joaquín Rodrigo in the University

A few weeks ago I gave my first class in the Musicology degree which is now being offered at Madrid’s Complutense University. At last Musicology can be studied, not as a special branch in the second cycle as it has been until now, but as a complete four-year degree, similar to the rest of the majors in the Spanish university.
It was September 29, day of the archangels, and to present my subject “Introduction to Musicology”, I decided to review the academic past of music studies at the Complutense University. My intention was, on one hand, to situate the students at this precise moment in history, and on the other hand, to pay tribute to a figure that fascinates me and with whom I have somehow grown as a musicologist: Joaquín Rodrigo.
The fact is that Rodrigo was the first Professor of Music in the contemporary Spanish university –without going back to the heroic era of the University of Salamanca–, and the first Professor of Music in the Central University of Madrid which would later be the Complutense University. His classes began in the academic year 1947-48 and, five years later, he was entrusted with the special “Manuel de Falla” chair, created by the university’s President Pedro Laín Entralgo, at the request of the Minister of Education, Joaquín Ruiz-Giménez, in May of 1952.
Since I wanted my first class in the Musicology degree to include music, I illustrated it with two of Joaquín Rodrigo’s compositions which are close to his experience as university Professor: the first movement “Estudiantina” of his Concierto serenata for harp and orchestra, composed in 1952, and Música para un códice salmantino, from 1953, on texts from Miguel de Unamuno’s “Oda a Salamanca”. The “Estudiantina” reflects with a particularly acute and witty gracefulness the bustling atmosphere of university youth, while Música para un códice salmantino shows the transcendence of university activity in imparting knowledge as reflected in the initial canon and the final entreaty “say that I too have lived”, which Rodrigo leaves forever suspended in time.
In the academic year 1974-75, the composer gave a doctoral course entitled “Joaquín Rodrigo and his music”, the following year he retired, and in 1989, the Complutense distinguished him with its’ Gold Medal and awarded him its’ Honorary Doctorate. That same year I began my doctoral studies in History of Art, because a doctorate in Musicology was not yet offered at that time. I would like my first doctoral course in this new era of University Musicology to have the same title as the one with which Joaquín Rodrigo took leave of the University: “Joaquín Rodrigo and his music”. And as long as I am professsor at the Complutense University, I shall always declare that he was the first one and I shall always try to perpetuate his memory as one of the greatest musicians in our history. It is a commitment as firm as it is gratifying. 

Javier Suárez-Pajares
Complutense University of Madrid
Translation by Katherine Zegarra  

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