NUEVA BIOGRAFÍA DE JOAQUÍN RODRIGO
Joaquín Rodrigo (1901-1999) es, probablemente, el compositor español más importante del siglo veinte y, sin lugar a dudas, el más escuchado de todos los tiempos. Su extensa obra abarca prácticamente todos los géneros de la música clásica, desde la simple canción hasta el poema sinfónico, pasando por conciertos para orquesta y diversos instrumentos solistas: piano, guitarra (una, dos y cuatro), violín, violonchelo, flauta y arpa. Solicitado por los mejores directores de orquesta, famosos solistas y grandes editores, Joaquín Rodrigo, compuso una música moderna, original, hondamente española y respetuosa con los cánones clásicos. Su obra lleva una marca personal inconfundible y alcanza la cumbre con el famosísimo Concierto de Aranjuez.
Rodrigo se quedó ciego a los tres años de edad, pero eso no le impidió vivir una vida apasionante, tratar a personajes extraordinarios, viajar por todo el mundo y participar en acontecimientos históricos excepcionales, de la mano de Victoria Kamhi, su mujer.
Esta obra, rigurosamente documentada, rompe las reglas de la ortodoxia en materia de biografías y está escrita como una novela, que mantiene al lector en vilo de principio a fin.
Fragmentos de la última Biografía canónica de Joaquín Rodrigo
(...)
Rafael Ibañez fue mucho más que un lazarillo; fue su compañero, su lector, su secretario, y su amigo inseparable. En un principio, le leía las obras de Blasco Ibañez (1867-1928), según iban apareciendo (Arroz, tartana, Flor de mayo, La barraca, Entre naranjos, Sónnica la Cortesana). El joven ciego pasaba horas con él, que no solo le leía todo tipo de libros, sino que tenía la paciencia de repetirle una y otra vez los pasajes que más le gustaban. Las lecturas de Rafael no suponían ningún freno en las ambiciones musicales de Joaquín. Cuando dejaba de leerle para descansar, le ponía en la gramola los últimos discos de Caruso (1873-1921) o de La Melba (1861-1931), que compraba su madre, a la que le gustaba la ópera.
Rafael Ibañez fue mucho más que un lazarillo; fue su compañero, su lector, su secretario, y su amigo inseparable. En un principio, le leía las obras de Blasco Ibañez (1867-1928), según iban apareciendo (Arroz, tartana, Flor de mayo, La barraca, Entre naranjos, Sónnica la Cortesana). El joven ciego pasaba horas con él, que no solo le leía todo tipo de libros, sino que tenía la paciencia de repetirle una y otra vez los pasajes que más le gustaban. Las lecturas de Rafael no suponían ningún freno en las ambiciones musicales de Joaquín. Cuando dejaba de leerle para descansar, le ponía en la gramola los últimos discos de Caruso (1873-1921) o de La Melba (1861-1931), que compraba su madre, a la que le gustaba la ópera.
Conservo de él un
recuerdo imperecedero. ¿Cómo voy a olvidarlo si me prestó los ojos que yo no
tenía?
Aunque parezca paradójico,
el joven Joaquín Rodrigo sentía una atracción por la narrativa, la historia, la
poesía, el ensayo y la filosofía
que llegaba a apoderarse de él con más intensidad que la propia música.
Las dificultades que tenía para satisfacer su ansia de conocimientos forman
parte de los malos recuerdos de su juventud. En la carta inédita citada más
arriba que escribió desde Valencia a la que sería más tarde su mujer, hablando
de sus aficiones dice:
Jugar a las
cartas no me gusta ni mucho ni poco. Me distrae bastante, pero prefiero
charlar, tocar el piano y sobre todo leer … Leer … Esta fue mi gran ilusión de
niño, era una verdadera pasión. Recuerdo siempre que estaba dando la lata a mis
hermanas, que entonces eran solteras, para que me leyesen y como a mí me
gustaba leer cosas de historia, de geografía, etc., ellas las pobres se aburrían
y armábamos las grandes trapatiestas. Esta fue una de las causas por las que
tuve al gran R. (Rafael) que decía que yo era incansable. R. Venía todos los
domingos a mi casa y se pasaba casi todo el domingo leyéndome después de haber
trabajado toda la semana. Esto suponía un sacrificio que nunca le podré pagar
como tantos otros, tantísimos.
Este es el
recuerdo desagradable que guardo de mi niñez, el no poder leer todo lo que hubiera querido...
(...)
(...)
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(...)
El 28 de junio hay elecciones en España. Rodrigo participa en ellas como quien lo hace en una competición deportiva, por placer o por diversión. Le cuenta a su amiga:
El 28 de junio hay elecciones en España. Rodrigo participa en ellas como quien lo hace en una competición deportiva, por placer o por diversión. Le cuenta a su amiga:
Esta mañana he ido a votar por primera vez en mi
vida. He podido formar una
candidatura estupenda entre el turbio mar de los candidatos.
He votado a los más inteligentes, sin preocuparme de a
qué partido pertenecen. Y con tal
forma que han resultado dos de derechas, uno del centro y dos de izquierdas. ¿Qué le parece? Rafael ha votado a los dos diputados
católicos.
Todos son republicanos. Ya no hay monárquicos. Han desaparecido todos, por el escotillón de la intransigencia los unos
y, los otros, por la falta de ideales, marchándose al sol que más calienta.
En la siguiente carta, disponiendo ya de resultados de las
elecciones, precisa:
No he votado a los socialistas, no acaba de gustarme el
programa. Además, y esto es lo
primero, el socialista que se presentaba por Valencia no era muy interesante. Yo no voto nunca a los partidos, ni a
las ideas, voto a los hombres. Y
solo me interesan cuando son buenos, honrados, inteligentes y fuertes.
He votado a un radical socialista, a un republicano de la
izquierda, a uno del centro y a dos de la derecha. De ellos, tan solo uno de la derecha no ha salido. Rafael ha votado a los católicos, que
no han salido diputados.
(...)
(...)
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(...)
Unos días después, “cuando dormía a pierna suelta, al dulce sonar de los autobuses” (son sus palabras) una llamada telefónica le despierta. Le informan de que hay tres piezas suyas en el programa y que debe interpretarlas él mismo. No tiene tiempo de reaccionar y cuelga el teléfono. Se viste y, mientras desayuna, le comenta a su amigo el pintor Povo la situación. Sin pérdida de tiempo, va al Ministerio a ver al organizador del concierto. El funcionario le dice que una de las piezas que tiene que tocar es “El preludio al gallo mañanero”.
Unos días después, “cuando dormía a pierna suelta, al dulce sonar de los autobuses” (son sus palabras) una llamada telefónica le despierta. Le informan de que hay tres piezas suyas en el programa y que debe interpretarlas él mismo. No tiene tiempo de reaccionar y cuelga el teléfono. Se viste y, mientras desayuna, le comenta a su amigo el pintor Povo la situación. Sin pérdida de tiempo, va al Ministerio a ver al organizador del concierto. El funcionario le dice que una de las piezas que tiene que tocar es “El preludio al gallo mañanero”.
-Pero, ¡diablos!, eso no puede ser. ¿Cómo sabe usted….?
-Lo siento, señor Rodrigo. Son las órdenes que tengo del señor
ministro.
-Pero yo no puedo--- -protesta Rodrigo sofocado.
Según sus propias palabras, el organizador no le deja
terminar y le da con la puerta en las narices como respuesta. Rodrigo se va
corriendo a casa de Ricardo Viñes en busca de ayuda y le pide que toque él “Preludio”, Viñes se disculpa.
-Pero, hombre, ¿cómo quiere que toque eso si solo faltan dos
días? Tengo que preparar la “Exaltación” de Turina, la “Canción y danza” de
Mompou (1893-1977) y la “Polka” de Blancaflor (1897-1987), además de un par de piezas de don Manuel, ¡Todo
eso en dos días! Además, Rodrigo –añade el pianista refiriéndose a la
dificultad de sus obras-, ¡su música es el demonio!
De nuevo las palabras de Rodrigo, con su inefable sentido
del humor, cuentan mejor que nadie lo que pasó.
…. Y no hay remedio, busco pacientemente en mis manos,
coloco en ellas los dedos, aprendo a abrir el piano, procuro reconocer el
teclado, y el miércoles pasado, la mar de guapo, puesto de smoking, con puños duros y cuello de pajarita,
ante un Pleyel como una catedral y ante un salón llenísimo, que no cabía ni un
alma, acompañé una canción a una cantante y toqué otras dos piezas mías, entre
ellas “el gallo” que al final quedó sin plumas pero cacareó de lo lindo. Tuve
el alto honor de que Mr. Heriot se levantara y me estrechara la mano, visto lo
cual por el embajador español, que había estado durmiendo todo el concierto, como buen español que se
respeta, se levantó quieras que no, e hizo lo propio el ministro.
La otra pieza que interpretó Rodrigo fue la “Zarabanda
lejana”, cuya partitura le había gustado mucho a Falla. En el programa se
interpretaron además obras de Falla, Salazar, Mompou, Ernesto Halffter, Nin,
Turina y Blancafort. A pesar de que Rodrigo preparó a fondo el concierto
durante los días anteriores, tocando de la mañana a la noche las tres piezas,
que sabía de memoria, no quedó muy satisfecho y afirmó que había tocado como un perro, que era
su forma habitual de decir que algo no le salía a su gusto.
...No obstante, el concierto fue un éxito en todos los sentidos. No solo por el público, que "aplaudió a rabiar", en palabras de Rodrigo, sino por la crítica y las consecuencias inmediatas. Entre las ochocientas personas que llenaban el salón principal de la mansión de los Rothschild se encontraban numerososos críticos de la prensa parisina y lo más selecto del mundo musical e intelectual francés. El nombre de Joaquín Rodrigo, hasta aquel 14 de marzo de 1928 un perfecto desconocido que solo llevaba seis meses en Paris, empezó a sonar en las reuniones de los compositores e intérpretes de vanguardia.
Rodrigo termina así la descripción de la fiesta:
“Nunca olvidaré el cocktail que siguió al concierto. Fue algo de Las mil y una noches. Falla no probó bocado, todo lo contrario de mí que, quizá motivado por el pavor que había pasado antes, durante el concierto, tenía un apetito salvaje. Aquella noche engullí todo lo que me ofrecieron. Algunos camareros me esquivaban pero otros sabían que tenían en mí a un seguro cliente que no hacía ascos a ninguna de las viandas que portaban en sus lujosas bandejas. Creo que ahora recuerdo mejor lo que comimos que mi actuación en el concierto.”
En la carta a Chavarri citada más arriba, termina de contárselo así:
“En el concierto intervinieron el maestro Falla, que ejecutó su concierto para clavecín, Ricardo Viñes, Nin, una demoiselle y este humilde servidor. ¡Ah!, pero, después del concierto es cuando yo me lucí y se quedó tamañito Falla, Viñes y todo el mundo, ya comprende Vd. que ha llegado la hora de los bombones, pasteles, sándwiches, helados, etc., etc.
Se dijeron discursitos y condecoraron al maestro, pero yo no me enteré de nada, estaba matando el susto a fuerza de bombones y al lado de dos chiconas.”
(...)
...No obstante, el concierto fue un éxito en todos los sentidos. No solo por el público, que "aplaudió a rabiar", en palabras de Rodrigo, sino por la crítica y las consecuencias inmediatas. Entre las ochocientas personas que llenaban el salón principal de la mansión de los Rothschild se encontraban numerososos críticos de la prensa parisina y lo más selecto del mundo musical e intelectual francés. El nombre de Joaquín Rodrigo, hasta aquel 14 de marzo de 1928 un perfecto desconocido que solo llevaba seis meses en Paris, empezó a sonar en las reuniones de los compositores e intérpretes de vanguardia.
Rodrigo termina así la descripción de la fiesta:
“Nunca olvidaré el cocktail que siguió al concierto. Fue algo de Las mil y una noches. Falla no probó bocado, todo lo contrario de mí que, quizá motivado por el pavor que había pasado antes, durante el concierto, tenía un apetito salvaje. Aquella noche engullí todo lo que me ofrecieron. Algunos camareros me esquivaban pero otros sabían que tenían en mí a un seguro cliente que no hacía ascos a ninguna de las viandas que portaban en sus lujosas bandejas. Creo que ahora recuerdo mejor lo que comimos que mi actuación en el concierto.”
En la carta a Chavarri citada más arriba, termina de contárselo así:
“En el concierto intervinieron el maestro Falla, que ejecutó su concierto para clavecín, Ricardo Viñes, Nin, una demoiselle y este humilde servidor. ¡Ah!, pero, después del concierto es cuando yo me lucí y se quedó tamañito Falla, Viñes y todo el mundo, ya comprende Vd. que ha llegado la hora de los bombones, pasteles, sándwiches, helados, etc., etc.
Se dijeron discursitos y condecoraron al maestro, pero yo no me enteré de nada, estaba matando el susto a fuerza de bombones y al lado de dos chiconas.”
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LAST BIOGRAPHY OF JOAQUÍN RODRIGO
Joaquín Rodrigo (1901-1999) is probably the most important Spanish composer of the 20th century and, without a doubt, the composer most often heard in concert halls of all times. His extensive production includes practically all types of classical music, ranging from the simple song to the symphonic poem, and covering concertos for orchestra and diverse solo instruments: piano, guitar (one, two and four), violin, cello, flute and harp. Sought after by the best orchestra conductors and famous soloists and publishers, Joaquín Rodrigo composed music that is modern, original, profoundly Spanish and respectful of the classical canons. His works bear an unmistakable personal voice and reached their culmination with his very famous Concierto de Aranjuez.
Rodrigo was blind from the age of three, however this did not keep him from living a passionately intense life, dealing with extraordinary figures, travelling throughout the world and participating in exceptional historical events, hand in hand with Victoria Kamhi, his wife.
This book, meticulously documented, breaks with the rules of orthodox biographies and is written like a novel, keeping the reader in suspense from start to finish.
Fragments of the latest authorized biography of Joaquín Rodrigo
(...)
Rafael Ibañez was much more than a blind man's guide; he was his companion, his reader, his secretary and his inseparable friend. At first, he read to Rodrigo the works of Blasco Ibañez (1867-1928), as they were published (Arroz y tartana, Flor de mayo, La barraca, Entre naranjos, Sónnica, la cortesana). The young blind man would spend hours with Rafael, who not only read to him all types of books, but had the patience to repeat time and again the passages that he liked best. Rafael’s readings were no curb to Joaquín’s musical ambitions. When he stopped reading to take a rest, he would turn on the gramophone and they would listen to the latest records of Caruso (1873-1921) or La Melba (1861-1931) that Rodrigo’s mother used to buy since she liked opera.
Rafael Ibañez was much more than a blind man's guide; he was his companion, his reader, his secretary and his inseparable friend. At first, he read to Rodrigo the works of Blasco Ibañez (1867-1928), as they were published (Arroz y tartana, Flor de mayo, La barraca, Entre naranjos, Sónnica, la cortesana). The young blind man would spend hours with Rafael, who not only read to him all types of books, but had the patience to repeat time and again the passages that he liked best. Rafael’s readings were no curb to Joaquín’s musical ambitions. When he stopped reading to take a rest, he would turn on the gramophone and they would listen to the latest records of Caruso (1873-1921) or La Melba (1861-1931) that Rodrigo’s mother used to buy since she liked opera.
“I have undying memories of him. How could I ever forget him when he lent me the eyes I did not have”
Although it may seem a paradox, the young Joaquín Rodrigo was attracted to the narrative, to history, poetry, essay and philosophy which came to take hold of him more intensely than music itself. The obstacles he encountered to quench his thirst for knowledge are part of the unhappy memories of his youth. In the unpublished letter previously quoted which he wrote from Valencia to his future wife, he spoke of his hobbies and tastes saying:
“Playing cards is not much to my liking. It’s relaxing, but I prefer to have a chat, play the piano and above all read. To be able to read was my dream as a child, it was a true passion that became more vehement as it became more difficult to satisfy. I remember that I was always pestering my sisters, who were unmarried at the time, to read to me, and since I liked to read about history, geography, etc. the poor girls would get bored and we would get into huge uproars. This was one of the reasons for my having the great R. (Rafael) who used to say that I never got tired. Rafael came every Sunday to my house and spent the whole day reading to me after having worked all week. This was a sacrifice for him that I will never be able to repay, like so many others.
This is the unpleasant memory which I have of my childhood, not being able to read everything I would have liked.
(...)
(...)
–––––––––––––––––––––––––
(...)
On June 28th there are elections in Spain. Rodrigo participates in them as if they were a sporting event, for pleasure or entertainment. He writes to Vicky:
On June 28th there are elections in Spain. Rodrigo participates in them as if they were a sporting event, for pleasure or entertainment. He writes to Vicky:
“This morning I went to vote for the first time in my
life. I made up a great list out
of the muddy sea of candidates.
I voted for the most intelligent ones, without regard to
which party they belong. So it
turns out I voted for two from the right, one from the center and two from the
left. What do you think of
that? Rafael voted for the two
catholic delegates.
They are all republicans. There are no longer any monarchists. They have all disappeared, some through the trap door of intransigence,
and others for lack of ideals, jumping on the bandwagon of the winning side.”
In his next letter, following the election results, he
points out:
I didn’t vote for the socialists, their program doesn’t
convince me. Besides, and this is
the primary reason, the socialist
who stood for Valencia was not very interesting. I never vote for parties, nor for ideas, I vote for
men. And only those who are good, honest, intelligent
and strong interest me.
I voted for one radical socialist, one republican from
the left, one from the center and two from the right. Of all of them, only one from the right was not
elected. Rafael voted for the
catholics, who didn’t get any seats.
(...)
–––––––––––––––––––––––––
(...)
A few days later, "when I was sound asleep, to the sweet honks of the buses" (in his own words) a phone call awakened him. He was informed that there would be three of his works on the program and that he should perform them himself. With no time to react, he hung up the phone, got dressed and as he had breakfast he told his friend Povo, the painter about his predicament. Without losing a minute, he went to the Ministry to see the organizer of the concert. The official told him that one of the pieces he had to play was “El preludio al gallo mañanero” (Prelude to the morning rooster)
A few days later, "when I was sound asleep, to the sweet honks of the buses" (in his own words) a phone call awakened him. He was informed that there would be three of his works on the program and that he should perform them himself. With no time to react, he hung up the phone, got dressed and as he had breakfast he told his friend Povo, the painter about his predicament. Without losing a minute, he went to the Ministry to see the organizer of the concert. The official told him that one of the pieces he had to play was “El preludio al gallo mañanero” (Prelude to the morning rooster)
-But, what in the world! That can’t be. How do you know that...?
-I’m sorry, Mr. Rodrigo. Those are my orders from the Minister.
-But I can’t...Rodrigo protests, upset.
In Rodrigo’s own words, the official didn’t let him finish and replied by slamming the door in his face. Rodrigo hurried to the home of Ricardo Viñes in search of help and asked the pianist to play “El Preludio” for him. Viñes made his excuses...
-For heaven’s sake , how do you want me to play that when there are only two days left? I have to practice Turina’s “Exaltación” , Mompou’s (1893-1977) “Canción y danza”, Blancafort’s (1897-1987) “Polka”, and on top of that a couple of don Manuel’s pieces. All in two days! Besides, Rodrigo – the pianist added, referring to the difficulty of his works-, your music is the devil itself!
Once again Rodrigo’s own words, with his indescribable sense of humour, give the best account of what happened later.
"So there’s no way out, I patiently look for my hands, place my fingers on them, learn to open the piano, try to recognize the keyboard and last Friday, all spruced up and wearing my dinner jacket with hard cuffs and a bow tie, sitting at a Pleyel piano as big as a cathedral, in a hall that’s jammed to the brim, I accompanied a singer for one song, and played two more of my pieces, one of them “the rooster” who ended up without a feather on its’ back but cackled to its heart’s content. I had the great honour of having Mr. Heriot stand up and shake my hand, and in view of this, the Spanish Ambassador, who like any good Spaniard had been napping throughout the concert, stood up, believe it or not, and did the same as the Minister.
The other piece which Rodrigo performed was “Zarabanda lejana”, a score that Falla liked very much. On the program there were works by Falla, Salazar, Mompou, Ernesto Halffter, Nin, Turina and Blancafort. Although Rodrigo had used the few remaining days to practice intensely for the concert, from morning to night, he was not thoroughly satisfied with his performance and declared that he had played “like a dog”, which was his usual way of saying that something had not turned out to his liking.
The other piece which Rodrigo performed was “Zarabanda lejana”, a score that Falla liked very much. On the program there were works by Falla, Salazar, Mompou, Ernesto Halffter, Nin, Turina and Blancafort. Although Rodrigo had used the few remaining days to practice intensely for the concert, from morning to night, he was not thoroughly satisfied with his performance and declared that he had played “like a dog”, which was his usual way of saying that something had not turned out to his liking.
Rodrigo concluded his description of the party:
“I will never forget the cocktail party afterwards. It was like something out of “A Thousand and One Nights”. Falla didn’t eat a thing, while I, on the contrary, perhaps motivated by my earlier terror during the concert, had a wild appetite. That night I gobbled down everything I was offered. Some of the waiters avoided me but others saw that I was a sure taker who didn’t turn up his nose at any of the food on their lavish trays. I think I now remember better all that we ate than my performance at the concert.”
In the letter to Chavarri previously quoted, he finished by telling him:
“Those taking part in the concert included Maestro Falla, who played his “Concerto for harpsichord”, Ricardo Viñes, Nin, a certain demoiselle, and yours truly. Ah! But after the concert is when I truly showed my talent and outdid Falla, Viñes and everyone else, when as you can imagine, it was time to attack the chocolates, pastries, sandwiches, ice cream, etc. etc.
We heard a few speeches and they decorated the Maestro, but I was oblivious to it all, killing my nerves with chocolates galore and standing next to two hefty girls.”
“I will never forget the cocktail party afterwards. It was like something out of “A Thousand and One Nights”. Falla didn’t eat a thing, while I, on the contrary, perhaps motivated by my earlier terror during the concert, had a wild appetite. That night I gobbled down everything I was offered. Some of the waiters avoided me but others saw that I was a sure taker who didn’t turn up his nose at any of the food on their lavish trays. I think I now remember better all that we ate than my performance at the concert.”
In the letter to Chavarri previously quoted, he finished by telling him:
“Those taking part in the concert included Maestro Falla, who played his “Concerto for harpsichord”, Ricardo Viñes, Nin, a certain demoiselle, and yours truly. Ah! But after the concert is when I truly showed my talent and outdid Falla, Viñes and everyone else, when as you can imagine, it was time to attack the chocolates, pastries, sandwiches, ice cream, etc. etc.
We heard a few speeches and they decorated the Maestro, but I was oblivious to it all, killing my nerves with chocolates galore and standing next to two hefty girls.”
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Translation by Katherine Zegarra
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