Joaquín Rodrigo, el concursante.



Nos aprestamos a divulgar una faceta del compositor quizá algo desconocida para el gran público, pero no por ello menos interesante: la del Joaquín Rodrigo, concursante. En efecto, su vida, lejos de ser un camino sin desafíos, pronto se manifestó como una auténtica carrera de obstáculos que tuvo que ir sorteando, en muchos casos con éxito, aunque también conoció el amargo sabor del fracaso.
Su primera incursión en el complejo mundo de las lides musicales tuvo lugar en 1924, cuando se presentó, con su obra Cinco Piezas infantiles a los Concursos nacionales organizados por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Con ella obtuvo la “Mención Honorífica”. Esta obra, que sería estrenada en Valencia en 1927 con la Orquesta Sinfónica de Valencia, bajo la dirección de José Manuel Izquierdo, obtuvo un gran éxito de público y crítica.
Con la obra Per la flor del Lliri  ganó, por unanimidad, el Primer Premio del Concurso convocado por el Círculo de Bellas Artes de Valencia en 1934. Inspirada en una vieja canción popular catalana valenciana, es de marcado carácter melancólico, reflejo de la tristeza del compositor tras verse forzado a separarse temporalmente de su esposa Victoria Kamhi. No tenían medios para subsistir y ella había tenido que regresar a Paris, junto a su familia.
En 1942 se convocó el concurso al Premio Nacional de Música para el cual se exigía un Concierto para piano y orquesta. Y en septiembre de ese mismo año, Rodrigo empezó a trabajar en su Concierto heroico, homenaje a las ruinas de Sagunto, su ciudad natal, famosa por su heroica resistencia a las tropas de Aníbal. Rodrigo se alzó con el premio.
Pero no todo fueron éxitos y triunfos. Joaquín Rodrigo conoció también el sabor, si no de la derrota, sí de la decepción. Aunque de índole distinta pero al fin y al cabo, de carácter competitivo, fue su fracasado intento de presentarse  a las oposiciones convocadas con vistas a cubrir la vacante de la cátedra de Historia de la Música y Musicología del Conservatorio de Madrid. A finales de 1939, Rodrigo fue nombrado Catedrático Numerario Interino de Práctica de folklore del Conservatorio de Música y Declamación de Madrid. Unos años más tarde es llamado a desempañar la enseñanza de “Historia de la Música y Musicología españolas”(por Orden  Ministerial de 3 de diciembre de 1943). Era entonces Director General de Bellas Artes el Marqués de Lozoya. Pero ante la necesidad de regularizar esta situación, en 1945 se convocaron unas oposiciones formales a la cátedra. Lógicamente, Joaquín Rodrigo mostró su interés por la plaza.
Mediante carta del 2 de febrero, el entonces Secretario del Conservatorio le adjuntaba, por indicación del Padre Otaño, a la sazón Director del citado centro, el Programa de las oposiciones para que tomara conocimiento de los requisitos con vistas a postular por el puesto.
Obviamente, el encargado de elaborar los ejercicios de estas oposiciones no debió tener en cuenta la discapacidad física del compositor valenciano. Rodrigo, en carta de 20 de febrero de 1945 al Padre Federico Sopeña, dice: “Creo que este mes es el último que cobro el conservatorio. Debe estar mi plaza ya dada, a lo que presumo, pues el 15 debían empezar las oposiciones. Yo no he querido ni he podido presentarme, pues como ya estaba previsto, uno de los ejercicios consistía en transcribir a notación las cantigas a notación moderna. Bueno, paciencia. No figuraremos en el ilustre claustro de profesores. Después de todo los siento, y no tanto por las pesetillas.”
De aquél tropiezo, como de tantos otros, se levantó con coraje. No en vano, en 1947, fue nombrado “encargado del curso de Historia de la Música de la Universidad Complutense de Madrid”, cargo que constituiría, en realidad, el antecedente del de “Profesor encargado de la cátedra Manuel de Falla”, que fue llamado a ocupar, por nombramiento de Orden Ministerial, desde su creación, el 6 de marzo de 1952 hasta 1978.
¿Pero cuáles eran las razones que le empujaban a la contienda musical? Una de ellas era, obviamente, la de darse a conocer. Como él mismo decía, “Los concursos estimulan e incentivan el estudio: constituyen un importante aliciente para los jóvenes talentos que deseen darse a conocer”.
Pero la razón de más peso –todo hay que decirlo-, era más bien prosaica: llevarse al bolsillo el importe del premio! Fue el caso de Ausencias de Dulcinea, obra con la que se presentó a un concurso convocado con motivo del IV Centenario del nacimiento de Cervantes en 1947:
 “Ya en el año 25 había yo puesto en música textos antiguos de nuestros poetas como Santillana, después Gil Vicente. No hubiera puesto en música a Cervantes por tener entre literatos fama de mal poeta. Pera las circunstancias hacen que el Estado convoca un concurso con motivo del IV Centenario del de Cervantes, y ofrecía nada menos que 25.000 pesetas. ¡Deshecho el temor de las poesías de Cervantes! El boletín oficial publica dos poesías a elegir: una muy conocida y otra ya leída porque os juro que yo he leído “El Quijote”, que yo elegí, aunque era muy difícil, más interesante, con intuición de compositor.
Nada se me ocurría, y ya muy angustiado tres semanas antes de finalizar el plazo, sentí brotar las ideas del poema sinfónico, y en poco tiempo lo escribí. Una vez la estructura interna ideal surge, el componer es fácil para mí. Me llevé a casa los 5.000 duritos”.
Unos años más tarde, Rodrigo recibió de los hermanos Sanjuán, especialistas en documentales cinematográficos, el encargo de musicar un film sobre los jardines del Retiro. Recuperó dos obras para piano  (Berceuse de otoño, 1923 y Berceuse de primavera, 1928) que después orquestó, añadió dos canciones de cuna para el verano y el invierno, un Preludio, un  Postludio y unas notas para enlazar el invierno con la primavera y con la obra resultante, una bella suite titulada Música para un jardín ganó en 1960 el Premio a la mejor composición musical en el III Certamen Internacional CIDALC de la música y la danza en el cine.
Con Invocación y Danza, importante obra para guitarra que no puede faltar hoy en día en el repertorio de los grandes guitarristas, Rodrigo ganó en 1961 el Concurso Coupe de la guitare convocado por la Radiotelevisión francesa (ORTF). En esta ocasión, fue necesario  espolearle para que se presentara. No se sentía inspirado para componer para guitarra pero recordó que había escrito, años ha, una pieza que decidió desempolvar para presentarse el concurso.

“Vicky, mi mujer, me recordó que olvidado en un rincón de un cajón, hacía tiempo que dormía un borrador casi terminado de una composición para guitarra. Estaba, en efecto, completamente olvidado; otras obras, otros proyectos  lo habían ido aplazando y finalmente había quedado sepultado entre papeles. A mí no me gustaba volver sobre una obra; sus temas, su escritura, sus problemas son los de otro tiempo y volver a dar vida a todo aquello es casi tan inútil como querer revivir el pasado, esa bella quimera del hombre. Pero revisamos la obra. Estaba concebida sobre un cañonazo de alusiones a la música de Manuel de Falla; esto mantenía su clima y atmósfera sonora en una especie de lejanía de la propia personalidad, y aunque los verdaderos temas de la obra eran míos flotaba una magia que envolvía y mitigaba mis maneras de hacer. La obra titulada Invocación y Danza. Homenaje a Manuel de Falla, ¿por qué decir lo contrario? Nos gustó. No le faltaban más que unos retoques, corregir aquí y allá, su duración, de 6 a 8 minutos, convenía en extremo; era, pues, apta para el concurso.”

A este concurso, el autor de Invocación y Danza acudió con el seudónimo del “Mío Cid “por aquello de que El Cid se llamaba Rodrigo. Le fue concedido el premio entre 37 obras presentadas y después de la anónima audición a cargo del guitarrista Alirio Díaz.


Y no obstante todo lo anterior, a Joaquín no le gustaba presentarse a concursos. “Esta afirmación que no es nueva en mí y que a más de uno podrá parecer inocente picardía viniendo de autor que se ha presentado a concursos en más de una y de dos ocasiones, es la sincera manifestación de mi sentir. Siempre que acudo a un concurso lo hago con cierta repugnancia y, sobre todo, con mucho miedo. Podría escribirse mucho sobre la moral y hasta la patología de los concursos; son, en lo que a los creadores se refiere, riñas de gallo o combates de boxeo sin la gloria y la emoción de la lucha en presencia”.



El Premio Príncipe de Asturias no es un concurso propiamente dicho, pero bien puede servir de broche a este artículo al tratarse de un galardón al que concurren los máximos exponentes de los valores humanos de cada modalidad. En este caso, fueron otros quienes se encargaron de lanzar al compositor al ruedo. El Premio Príncipe de Asturias de las Artes le fue otorgado en 1996, cuando contaba ya 95 de vida. El tenor Plácido Domingo, quien, entre otros, había sugerido su nombre para el galardón, le escribió “ ¡Qué alegría sentí al ver que mi iniciativa sugiriendo su nombre para el Premio tuvo eco este año y se ha hecho justicia reconociendo a un grande de todos los tiempos”.

Su candidatura venía avalada por el respaldo de doscientas quince entidades y diez mil cartas! Con esta distinción, el jurado quiso premiar “la proyección internacional de quien era el más reconocido e interpretado de los músicos españoles, pero también, y de manera especial, su definitiva aportación a la dignificación e internacionalización de la guitarra como instrumento de concierto”.





Texto de: Cecilia León Rodrigo (Directora de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo)
Traducción de: Katherine Zegarra

Bibliografía:
De la mano de Joaquín Rodrigo. Victoria Kamhi de Rodrigo
El arte de Joaquín Rodrigo. Antonio Gallego
Archivo de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo








Rodrigo, the contestant

It’s time to divulge a facet of the composer which is somewhat unknown to the general public, but nonetheless a very interesting one: that of Joaquín Rodrigo as contestant. Indeed, his life, far from being free of challenges, soon became a racetrack full of obstacles which he had to dodge, many times successfully, although he also came to know the bitter tast of failure. 

His first incursion into the complex world of musical combats took place in 1924 when he presented his work Cinco Piezas Infantiles to the National Competitions organized by the Ministry of Public Instruction and Fine Arts. It received an “Honorary Mention” (diploma). This work was premiered in Valencia in 1927 by the Symphonic Orchestra of Valencia, conducted by José Manuel Izquierdo and reaped great success both with the public and the critics. 

With Per la flor del lliri blau he won First Prize, by unanimous decision, in the Competition held by the Circle of Fine Arts in Valencia in 1934. Taking inspiration from a popular old Catalan/Valencian song, it is markedly melancholic, reflecting the composer’s sadness at the prospect of a temporary forced separation from his wife, Victoria Kamhi. They no longer had the means to remain together and she had to return to Paris with her family. 

In 1942 , the National Music Prize was announced, requiring a Concerto for piano and orchestra.  In September of the same year, Rodrigo began working on his Concierto heroico, a tribute to the ruins of Sagunto, his hometown, famous for its heroic resistance to the troops of Hannibal. Rodrigo won the prize. 

However, not everything was sucess and triumph. Rodrigo was also to know the flavour if not of defeat, at least that of disappointment. Although of a different nature, his attempt to enter the competitive examinations to fill the vacant chair of History of Music and Musicology in the Royal Conservatory of Music in Madrid was thwarted. In 1940 the Marquis of Lozoya, Director General of Fine Arts, named Rodrigo to be part-time professor of folk music in the Conservatory. But given the need to regulate this situation, in 1945 the formal competitive examinations  to fill the chair were announced. Logically, Rodrigo was interested in the job.

In a letter to Rodrigo dated February 2nd, the Secretary of the Conservatory, following the instructions of the director, Father Otaño, forwarded the list of themes to study for the examinations so that Rodrigo could compete for the post. 

Obviously the person in charge of designing the exercises to pass the exam did not take into account the physical handicap of the Valencian composer.  Rodrigo, in a letter on February 20, 1945, to Father Federico Sopeña, said: “I think this month I’ll receive my final paycheck from the Conservatory. I presume my job has already been taken since the exams were to begin on the 15th but I didn’t want to, and could not participate, because, as announced, one of the exercises consisted of transcribing  the cantigas to modern-day music notation.  Oh well, patience. My name won’t appear on the illustrious roster of professors.  In the end, I  am sorry about it, and it’s not so much for the money.“

From that setback, as from many others, he picked himself up courageously. Not in vain, in 1947  he was named first “Professor of History of Music at the Universidad Complutense of Madrid”, the position which actually preceded that of “Head of the Manuel de Falla Chair of Music” which he held from the time of its creation, by Ministerial Order on March 6, 1952 until 198...

But what were the reasons that impelled him  to enter those musical struggles? One of them was obviously to make himself known. As he declared, “Competitions stimulate and are inducive to study; they constitute an important incentive for talented young musicians to become better known”.

But the overriding reason – it must be said – was rather prosaic: to pocket the prize money! This was the case with Ausencias de Dulcinea, the work which he presented to the competition held on the occasion of Miguel de Cervantes’ Fourth Centennial celebration. 

“Back in the year 25, I set music to the old texts of poets such as Santillana, and later Gil Vicente.  I would not have put music to Cervantes, given his reputation among writers as a bad poet. However, the circumstances were that the government was sponsoring a competition marking the Fourth Centenary of Cervantes and was offereing no less than 25.000  pesetas. That was the end of my fears about Cervantes’ poetry! The Official Gazette published two poems to choose from: one well known and the other familiar from having read it, (as I swear I have read “El Quijote”), which I chose, although it was more difficult, more interesting, with the intuition of a composer.”

“Nothing occurred to me, and finally three weeks before the deadline, in great distress, I felt the ideas for a symphonic poem spring up in my head, and in a short time I wrote the work. Once the ideal internal structure takes shape, the composition is easy for me.  The 5.000 duros were mine!”

A few years later, Rodrigo received a commission from the Sanjuán brothers,  specialists in documentaries, to write the soundtrack for a film on the Retiro Park. He retrieved two works for piano (Berceuse de otoño, 1923 and Berceuse de primavera, 1928) which he later orchestrated, added two more lullabies,  for summer and winter, a Prelude, a Postlude and some notes to connect winter with spring to put together a beautiful suite entitled Música para un jardín (1957) which won the prize for best musical composition in the 3rd International Competition CIDALC of music and dance for the screen.

With Invocación y Danza, an important guitar work which all great guitarists include in their repertoire, in 1961 Rodrigo won the ‘Coupe de la Guitare’ Competition sponsored by French Radio & Televisión (ORTF).  This time he had to be urged to enter as he declared he did not feel inspired to compose for the guitar, however he remembered he had written years earlier a piece which he decided to dust off for the competition.

“Vicky, my wife, reminded me that I had the draft of a  guitar composition sleeping for years in the corner of a drawer, completely forgotten and buried under other works and projects.  I do not like to go back to a work; the themes, the musical language, the problems belong to a different time and to try to bring all of that to life is like trying to revive the past, that pipe dream of mankind. But we revised the work.  It was conceived as a clear allusion to the music of Manuel de Falla; it maintained the sound of his ambience and mood in a sort of remote reminder of his personality, and although the actual themes were my own, there was a magic floating throughout that enfolded and mitigated the way I worked.  I called the piece Invocación y Danza. Homenaje a Manuel de Falla. And we liked it. Why deny it? It only needed some retouching and corrections here and there.  It was 6 to 8 minutes long, an ideal duration, and thus quite suitable for the competition.” 

On this occasion, the composer of Invocación y Danza decided to use the pen name of “Mio Cid”,  in reference to El Cid’s name, which was Rodrigo. He was awarded the prize from among the 37 works presented, following the anonymous performance by guitarist Alirio Díaz.

Despite all the above, Joaquín did not like to enter competitions. “This statement is not a new one for me and to some people may appear to be rather sly coming from a composer who has entered competitions on more than one occasion, however it is a sincere reflection of  how I feel. Each time I enter a competition I do it with a certain distate and, above all, with great fear. A lot could be written about the morale and even the pathological side of competitions. As far as composers are concerned, they are cock -fights or boxing matches without the glory and excitement of witnessing a real fight.”

The Prince of Asturias Prize is not a competition as such, but can indeed serve as the finishing touch to this article since those competing for this award represent the maximum exponents of human values in each category. In this case, others took it upon themselves to launch the composer’s name into the ring.  Rodrigo received the Prince of Asturias Prize for the Arts in 1996, when he was 95 years old. The tenor, Plácido Domingo, who among others, had suggested his name for the award, wrote to him: “What a joy to see that my initiative of suggesting your name for the prize was echoed this year and justice has been done by recognizing one of the greatest of all times.

” His candidacy was supported by some 215 different institutions and 10,000 letters!  With this distinction, the jury called attention to “the international scope of the most recognized and performed of Spanish musicians, as well as to his definitive achievement of giving dignity and universality to the Spanish guitar as a concert instrument.”


Text by: Cecilia León Rodrigo
Director of the Victoria abd Joaquín Rodrigo Foundation
Translation by: Katherine Zegarra

Bibliography:
De la mano de Joaquín Rodrigo. Victoria Kamhi de Rodrigo
El arte de Joaquín Rodrigo. Antonio Gallego
Archivo de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo

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