¿De dónde venís… madrigale?


Abstract
En 1947 Joaquín Rodrigo estrenó sus Cuatro madrigales amatorios. Con frecuencia se dice que son cuatro canciones populares del siglo XVI. Para una mayor precisión, se trata de cuatro villancicos populares antiguos que fueron publicados en una recreación polifónica por Juan Vázquez en su Recopilación de sonetos y villancicos a cuatro y a cinco voces (Sevilla, 1560). Las versiones de Juan Vázquez llegaron hasta Joaquín Rodrigo a través de algunos pasos intermedios que condicionaron en parte el trabajo del compositor. Puede estudiarse el proceso con bastante detalle en la canción ¿De dónde venís, amore?



El vihuelista Enríquez de Valderrábano en su Silva de Sirenas (1547) incluyó una versión inspirada en Juan Vázquez, aunque con bastantes diferencias respecto a la edición de 1560. Valderrábano propone al vihuelista que, a la vez que tañe, cante una de las voces secundarias de la polifonía. Los editores modernos de la colección de Valderrábano (Guillermo Morphy, Felipe Pedrell, Jesús Bal y Gay, Emilio Pujol…) no entendieron acertadamente la intención del vihuelista y escribieron la voz cantada en un pentagrama aparte y una octava más aguda. De este modo convirtieron un diseño típico de acompañamiento en la melodía principal. La melodía popular original tenía un carácter arcaico y melancólico, pero la que ofrecían los editores modernos inspiró a Rodrigo una canción vivaracha y juguetona, quizás la más ligera de la colección. El complejo proceso de trasvase explica en gran parte este cambio de carácter.

Desde fecha muy temprana Joaquín Rodrigo prestó gran atención al repertorio de los vihuelistas del siglo XVI. En París mantuvo un contacto muy cercano con Emilio Pujol, el principal estudioso de la música de vihuela. El acercamiento de Rodrigo a la música vihuelística siempre fue atento y respetuoso, aunque nunca literal, pero la compleja escritura en cifra de las ediciones antiguas le obligó a trabajar con las transcripciones modernas, que no siempre reflejaban fielmente a los originales. De cualquier forma, Rodrigo contribuyó a un mejor conocimiento de la música de vihuela de modo paralelo al movimiento historicista de recuperación de la música antigua que se desarrolló desde mediados del siglo XX.

(English)
In 1947 Joaquín Rodrigo premiered his Cuatro madrigales amatorios. It is often said that they are four popular folksongs from the 16th century. To be more precise, they are four old popular songs that were published in a polyphonic collection by Juan Vázquez in his Recopilación de sonetos y villancicos a cuatro y a cinco voces (Compilation of sonnets and popular songs for four and five voices) (Seville, 1560). The versions by Juan Vázquez reached Joaquín Rodrigo after traversing some intermediate passages that partially conditioned the composer’s work. This process can be studied in certain detail in the song ¿De dónde venís, amore?  (From where doth thou come, love?)

The vihuela player Enríquez de Valderrábano in his Silva de Sirenas (1547) included a version inspired by Juan Vázquez, although with certain differences with respect to the 1560 edition. Valderrábano proposed that the vihuela player strum and at the same time sing one of the secondary voices from the polyphony. Modern publishers of the Valderrábano collection (Guillermo Morphy, Felipe Pedrell, Jesús Bay y Gay, Emilio Pujol...) did not correctly understand his intention and wrote the voice to be sung on a separate staff and one octave higher. In this way they converted a typical design of accompaniment into the principal melody. The original popular melody was of an archaic and melacholic nature, but the one offered by modern publishers inspired in Rodrigo a lively, playful song, perhaps the lightest in the collection. The complex process of transferal explains in great part this change of character.

From a very early date, Rodrigo accorded great attention to the repertory of the vihuela players of the 16th century. In Paris he maintained close contact with Emilio Pujol, the principal scholar of vihuela music. Rodrigo’s approach to vihuela music was always attentive and respectful, although never literal, but the complex writing in code of the old editions compelled him to work with  modern transcriptions that did not always faithfully reflect the originals. In any case, Rodrigo contributed to a better knowledge of vihuela music in a way that was parallel to the historicist movement to recover music from the past, which was carried out from the middle of the 20th century.  


¿DE DÓNDE VENÍS… MADRIGALE?

Imaginemos la escena: una doncella enamorada entretiene la espera, como Melibea (¿Cómo no venís, amigo?), susurrando canciones. Cuando él ya está cerca, de los labios de ella brota la pregunta: ¿De dónde venís, amore? Pero inmediatamente ella misma se responde para sus adentros con un deje entre pícaro y melancólico, como en un aparte teatral: Bien sé yo de dónde.

Siempre dentro de una extrema sencillez, la brevísima melodía posee esa rara perfección retórica que distingue a algunas joyas de la tradición popular. Consta de dos partes. La primera marca el tono de pregunta con un intervalo de cuarta en el comienzo y una cuidadosa colocación de los acentos (‘dón’, ‘nís’, ‘mo’). La segunda es una auto-respuesta en voz queda de la misma persona que ha hecho la pregunta; por eso se desarrolla en un registro más grave. Un prodigio de sencillez poética.

La cancioncilla, clasificable como villancico, cruzó la frontera entre lo popular y lo culto gracias a que el compositor pacense Juan Vázquez (ca. 1500 – d. 1560) realizó una versión polifónica a cuatro voces y la publicó en su Recopilación de sonetos y villancicos a cuatro y a cinco voces (Sevilla, 1560). Podemos tener bastante seguridad de que así sería la melodía popular, porque en la composición polifónica la voz superior comienza cantándola a solo, como un enunciado simple previo al desarrollo. Es evidente su sabor arcaico. Dámaso Alonso ha comparado el texto con una jarcha:

As-Sabah buono, garr-me:
¿d’on venes?
Ya lo sé qu’ autri amas
a mibi tu non queres.

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Casi cuatro siglos más tarde, en 1947, Joaquín Rodrigo estrena una versión para canto y piano, orquestada posteriormente, dentro de un ciclo titulado Cuatro madrigales amatorios. Se da la circunstancia de que las cuatro canciones –más propiamente villancicos que madrigales– aparecen en la Recopilación de Vázquez , de la que en 1946 Higinio Anglés había publicado una transcripción completa. La cercanía de las fechas nos podría llevar a pensar, en principio, que Rodrigo tomó su modelo de esta edición actualizada, pero la simple comparación de las melodías de Vázquez y Rodrigo nos inclina a rechazar tal hipótesis, al menos para ¿De dónde venís, amore?. Véase el diseño con que comienza la versión de Rodrigo y que parece servirle de base para el resto de su composición:
Las diferencias son notables, sobre todo en el arranque y en la parte final. Resulta poco probable, por tanto, que Rodrigo haya tomado como modelo la melodía primitiva transcrita por Vázquez. El carácter popular y arcaico se ha perdido totalmente y en su lugar percibimos el sello de la tonalidad moderna, marcado en el comienzo y en el diseño del segundo hemistiquio, que es una línea de bajo tópica del manual tonal más académico. Tan claramente se trata de un diseño de bajo, que resulta casi imposible escribir para él un bajo acompañante; dificultad que Rodrigo resuelve, no sin astucia, con un rotundo final en unísonos. El carácter de la música gana en picardía lo que pierde en melancolía y las ágiles coloraturas acentúan aún más la ligereza juguetona. El resultado es otra canción, alegre y divertida, que nada o casi nada tiene que ver con la primitiva. Pero entonces, ¿cuál es la fuente en la que bebió Rodrigo? Volvamos a los orígenes, la Recopilación de Vázquez.
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En el comienzo de la tercera voz, el Tenor, encontramos algo muy parecido a la melodía usada por Rodrigo para Bien sé yo de dónde:
Variantes de este diseño característico se repiten otras veces en la segunda y la tercera voz, nunca en la voz superior, y siempre queda claro que se trata de una línea secundaria, un contrapunto acompañante de la melodía presuntamente original, que se escucha por encima. Resulta extraño que un músico sensible y experimentado como Rodrigo haya tomado este contrapunto como sustancia fundamental de la canción, ignorando lo que parece más importante. Algo ha tenido que interponerse entre Vázquez y Rodrigo para que el comportamiento de este haya sido distinto en ¿De dónde venís, amore? que en los otros tres villancicos-madrigales de la colección, en los que la huella de la melodía popular se percibe claramente.

Ivan Nommick ha estudiado un proceso semejante: el del villancico De los álamos vengo, madre –precisamente el último de los Cuatro madrigales amatorios– desde la edición de Juan Vázquez hasta la reelaboración de Manuel de Falla en el Allegro de su Concerto para clave y cinco instrumentos. El camino pasa por la versión vihuelística de Miguel de Fuenllana (Orphénica Lyra, 1554) y la transcripción de esta para canto y piano por Felipe Pedrell (Cancionero musical popular español, 1917-22). Quizás, incluso, Pedrell no leyó directamente de Fuenllana, sino de la transcripción de Guillermo Morphy (Les luthistes espagnols du XVIe siècle, 1903). Es inevitable que estos trasvases sucesivos vayan dejando su huella, lo que sugiere a Nommick la expresión “reelaboración en cascada”.

El caso del villancico ¿De dónde venís, amore? es aún más complejo. El vihuelista que adapta a su instrumento –con muchísima libertad, hay que decir– la elaboración polifónica de Juan Vázquez es Enríquez de Valderrábano (Silva de Sirenas, 1547). Para percibir las peculiaridades de su versión, nada mejor que ver la escritura original en cifra:


Al comienzo de su libro Valderrábano avisa: “También es de saber que toda cifra colorada se pone para cantar y que no se dexe de tañer.” Parece obvio que la voz cantante solo puede ser la del propio tañedor, puesto que es el único capaz de ir des-cifrando los sonidos a partir de los números. En las ediciones de música de vihuela (Luis Milán o Alonso Mudarra, por ejemplo), cuando el autor prevé la intervención de dos personas, tañedor y cantor, escribe un pentagrama aparte para la voz de este último. Otros vihuelistas prefieren señalar la voz cantada por medio de puntos y a veces lo hacen, incluso, en fantasías carentes de texto. El uso de estos puntos o de la notación roja supone un modo de aumentar individualmente el placer de la polifonía para el propio tañedor más que una práctica camerística con dos intérpretes. Una transcripción a notación moderna que conserve esta situación podría –o, más bien, debería– ser así:
Aquí se ve muy gráficamente que la voz cantada forma parte del ‘acompañamiento’ y que sobre ella hay una voz más aguda que sigue con bastante fidelidad la melodía que hemos supuesto popular u original. Pero se da la circunstancia de que todas las transcripciones publicadas de esta versión de Valderrábano han decidido sacar a otro pentagrama la voz cantada y escribirla en una octava más aguda, lo que en la práctica sonora significa un notable cambio sonoro. Así lo hicieron los mencionados Guillermo Morphy y Felipe Pedrell e, incluso, Emilio Pujol en su edición posterior de la Silva de Sirenas de Valderrábano (1965). Véase, por ejemplo, la publicación de Jesús Bal y Gay (Romances y villancicos españoles del siglo XVI dispuestos en edición moderna para canto y piano, 1939):

De este modo pasa a ocupar un primer plano lo que nunca debía haber abandonado el segundo. Tal es la herencia que recibe Joaquín Rodrigo y por ella se explica en parte su novedosa versión, distante y distinta de la primitiva melodía popular. Con todo, el compositor tampoco sigue al pie de la letra la línea melódica de la versión de Valderrábano, sino que transforma las dos notas de entrada, la – re, en una tercera más aguda, do – fa, dotando a la frase de una más rotunda definición tonal. Me parece que ese detalle sí es decisión personal de Rodrigo, una intervención directa con sello de autor, que retoca sutilmente el modelo para acercarlo a su particular visión. Cualquier pintor conoce muy bien este procedimiento, incluso cuando trata de hacer un retrato.

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Una vez introducidos en la cocina del compositor, revisamos toda la obra y encontramos en el texto un detalle de difícil explicación. Se trata, concretamente, de los versos que constituyen la copla, o sea, la parte que continúa a la ‘cabeza’ del villancico, que es la que hemos estado estudiando hasta aquí. En la edición de Juan Vázquez dicen:

Caballero de mesura,
¿dó venís la noche escura?

Sin embargo, Valderrábano –que en ningún momento sigue al pie de la letra a Vázquez, aunque parece derivar de él– propone:

Caballero de mesura,
no venís a la postura.

Joaquín Rodrigo no utiliza ninguna de estas fórmulas, sino otra distinta:

¿De dónde venís, amigo?
Fuere yo testigo.

Es un texto que no he podido documentar en ninguna fuente antigua ni en ninguna edición moderna. Tiene la apariencia de inicio de un desarrollo paralelístico sobre las rimas amigo–amado, garrido–lozano, etc. tan habitual en la lírica antigua, pero no hay rastro alguno de estos versos en los repertorios conocidos. ¿De dónde los tomó Rodrigo? La respuesta quizá podría hallarse en su biblioteca personal.
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Durante parte de su estancia en París Joaquín Rodrigo mantuvo un estrecho contacto con el guitarrista y musicólogo Emilio Pujol, que acababa de descubrir en el Museo Jaquemart-André el primer (único entonces) ejemplar de vihuela del siglo XVI conservado. Gracias a Pujol, auténtico recuperador de la música de vihuela en el siglo XX, pudo conocer muy a fondo el viejo repertorio vihuelístico. El 6 de mayo de 1936 ambos músicos dieron al alimón una conferencia-concierto en el Instituto de Estudios Hispánicos de la Sorbona sobre la vihuela y los vihuelistas, para conmemorar el cuarto centenario de la publicación de El Maestro, de Luis Milán.  El texto se publicó en 1942. Entresaco lo que allí dice Rodrigo acerca de Enríquez de Valderrábano:

“En flagrante contradicción con lo que nos hiciese presumir el nombre, en verdad poco eufónico, de Valderrábano, este músico es el más tierno, el más poético de los vihuelistas; es un poeta sensible. Sus pavanas nos aportan un sentimiento delicado de españolismo, sus villancicos son los más poéticos, aquellos villancicos de sabor tan penetrante”.

Eso demuestra que ya por entonces Rodrigo conocía bastante bien la obra de Valderrábano, quizás gracias en parte a la ayuda del propio Emilio Pujol. Su interés por el viejo repertorio vihuelístico, manifestado ya en la temprana Zarabanda lejana (Homenaje a Luis de Milán), de 1926, se mantendrá a lo largo del tiempo, dando origen a un buen puñado de sus obras. Sería interesante hacer un balance de esta prolongada relación y de la influencia que tuvo en la obra del compositor. El acercamiento de Rodrigo a aquellos viejos temas siempre fue atento, delicado y respetuoso, pero nunca literal. No trató de hacer transcripciones, sino recreaciones, aportando su visión nueva y muy personal de aquellas músicas antiguas en una línea muy distinta –y complementaria– a la de quienes entonces comenzaban a practicar la recuperación de la música antigua con criterios históricos. Así contribuyó de modo muy efectivo a que Valderrábano y sus compañeros del siglo XVI fueran conocidos y saboreados por los oídos del siglo XX.



                                                                        Pepe Rey
                                                                        Abril 2012
Veterodoxia
Translation by Katherine Zegarra  

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